El regreso paulatino de los niños y niñas a la educación presencial favorece el desarrollo de capacidades que no logran subsanarse por completo con los sistemas de la educación virtual. Imagen con fines ilustrativos. Foto: Karla Richmond.
La asistencia a centros educativos favorece el desarrollo de las capacidades de las niñas y los niños, al tiempo que apoya a madres y padres en las labores de cuido y crianza
Al igual que ocurrió con la llegada del confinamiento impuesto por la pandemia en marzo del 2020, el retorno paulatino a la presencialidad plantea retos de organización a las familias costarricenses frente a la adopción de esta nueva “dinámica híbrida”.
Según Johanna Sibaja Molina, profesional de la Escuela de Psicología de la Universidad de Costa Rica (UCR), el impacto del COVID-19 desdibujó fronteras en las rutinas familiares que ahora deben retomarse y ajustarse a las nuevas situaciones cotidianas.
La experta destaca entre los principales cambios el regreso paulatino de los niños y niñas a la educación presencial, lo cual favorece el desarrollo de capacidades que no logran subsanarse por completo con los sistemas de educación virtual.
“Las personas menores de edad necesitan espacios para interactuar, porque muchas de las capacidades cognitivas y socioafectivas necesitan de la otra persona, como ocurre con algo tan básico como el lenguaje”, afirmó la psicóloga.
La académica reconoce que, si bien los centros educativos no son guarderías, forman parte de la red de apoyo con la que cuentan las madres y padres “a manera de tribu” para la atención del cuido y la crianza de sus hijas e hijos.
Sumado a lo anterior, cobra relevancia el papel trascendental que cumplen las escuelas y el personal docente como entes encargados de velar por el bienestar de los menores y el respecto de sus derechos humanos.
“Muchos casos de denuncia se concretan porque en las escuelas se detectan señales de violencia física o abuso sexual. Esta posibilidad desapareció durante el 2020 con el confinamiento y las situaciones quedaron en la esfera privada” explicó la investigadora.
La experta asegura que la experiencia del confinamiento permitió a las familias darse cuenta de que “pueden hacerle frente a los diferentes contextos, pero también de que hay formas que son más beneficiosas que otras para hacerlo”.
Recomendaciones para enfrentar la dinámica híbrida
Retomar algunas actividades presenciales mientras se mantienen otras dinámicas de manera virtual vuelve a demandar un esfuerzo de adaptación de las familias costarricenses y la puesta en práctica del aprendizaje obtenido en el confinamiento.
Sibaja recomienda a las madres y padres de familia asignar a los niños y niñas roles dentro de las tareas del hogar y reconocer la forma en que estas actividades también aportan al desarrollo de sus diversas habilidades y destrezas.
“Quizás la niña o el niño no se sabe todas las tablas de multiplicar, pero si aprendió a lavar los platos, tender la cama y recoger su ropa, esas son habilidades de vida que necesitan en este momento y es parte de la ganancia que hemos ido reconfigurando” explicó.
La experta plantea dejar de asumir tareas académicas como “una carta de presentación” que suma responsabilidades diarias de los adultos y en su lugar, propone valorarlas como una extensión de los procesos de formación de los menores.
Lejos de que las madres y padres resuelvan las asignaciones escolares que reciben sus hijas e hijos, se recomienda a las familias el desarrollo de una labor de acompañamiento basada en el fomento de la autonomía y no así del control.
“No podemos despojarlos de la oportunidad que tienen para poner en práctica las habilidades que han ido desarrollando. Para una docente, una tarea es un parámetro del avance y si los papás intervienen genera un indicador falso”, explicó.
El cumplimiento de las tareas escolares nunca debe generar el sacrificio del vínculo afectivo entre niñas y niños con sus progenitores, como sucede cuando se desarrollan estos espacios en medio de discusiones y enfrentamientos entre ambas partes.
Sibaja propone dejar de ver los deberes académicos como situaciones aisladas e incorporarlas en las dinámicas cotidianas, dando la oportunidad a los menores de compartir lo que han aprendido y de darse cuenta que su conocimiento es valorado.
“Con nuestra actitud cotidiana vamos creando escalas de importancia para las cosas sin decirlo explícitamente. Es como ir etiquetando lo que es o no valioso, así las niñas y niños no ven las cosas como amenazantes, sino de manera placentera”, concluyó la docente.
El Instituto de Investigaciones Psicológicas (IIP) elaboró una serie de videos, por medio de los cuales brinda recomendaciones a las familias para afrontar los diversos efectos de la pandemia generada por el COVID-19 en las dinámicas cotidianas.
Los materiales fueron elaborados con el apoyo de la Embajada de Estados Unidos en el marco del proyecto “Las relaciones primarias intergeneracionales pueden contribuir al desarrollo educativo de niños y niñas”.